3-Iron (Hierro 3), el amor fantasma.
- Interlatencias
- 20 ene 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 ene 2021
Por: Abraham Arellano
enero 2021

“Es difícil determinar si el mundo donde vivimos es una realidad o un sueño”.
(3-Iron, 2004)
Muchas veces se puede pensar que nuestra existencia es invisible, que no somos más que un ente que vaga entre otros tantos igual de imperceptibles que nosotros, y que el destino que nos fue otorgado es el de deambular entre las calles de la ciudad que nos ignora.
Tae-suk, un joven que recorre la urbe en motocicleta trabajando como repartidor de panfletos, es un errante sin hogar. Cuando cae la noche, entra en las casas de desconocidos que no se encuentran en éstas, y se las apropia como si fueran de su patrimonio. No causa daños, no roba nada, solo pasa las noches, y a cambio de esta hospitalidad involuntaria, trata de ayudar a sus huéspedes lavando la ropa o arreglando averías domésticas. Su vida se resume en ello, hasta que su camino se cruza con Sun-hwa, una mujer que vive como prisionera en su propia casa bajo el yugo sofocante de su esposo, desquebrajando su alma y volviéndola miserable.
Al conocerse, ambos entienden que su existencia bien se podría resumir a un par de fantasmas que necesitan comer y dormir, pero que descubren que el calor de otro no les va mal. Aprenden a vivir en las sombras, sabiendo que no dejarán huella alguna donde quiera que vayan, que el único vestigio que quedará es el de uno con el otro. A partir de entonces, ambas almas se verán conectadas por un hilo invisible que superará la realidad.
El nombre de la película proviene de un palo de golf, que tiene presencia a lo largo de todo el filme, acaeciendo todos los actos trágicos que ocurren, y es el mismo que materializa las múltiples facetas tiránicas del ser humano, como cuando quiere mancillar la belleza, o dañar a quien para él es su inferior; el palo de golf es el vehículo narrativo que se usa para extrapolar al cariño de los protagonistas, diciendo que la crueldad está al alcance de las manos.

Kim Ki-duk hace un filme romántico sacado de los moldes occidentales. Decide retratar el amor como algo tácito, taciturno e independiente del idioma. Los diálogos solo se resumen hacia los personajes secundarios, y es en el silencio donde nuestros protagonistas encuentran su conexión y su subsecuente lazo afectivo.
Puede que de sus labios no salga palabra alguna, sin embargo, es en éstos donde se puede encarnar la manifestación perfecta del amor humano que desgarra el tejido y perfora hasta nuestra alma, y es en la mirada donde se encuentra lo que las palabras callan porque simplemente no pueden expresarlo.
Es así como el amor, en ocasiones, puede ser el fantasma más bello y puro que podamos conocer, el cual rompe barreras para dibujar una suave línea entre lo onírico y lo real, entre sufrir y soñar …entre el amor y la crueldad.
Interlatencias Revista
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