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Alteridades periféricas

Ensayo Interlatente de Julio Villalba
 

En 1958, en el universo DC Comics editorial, apareció un duplicado de Superman bajo el nombre de «Bizarro». Éste fue creado mediante un rayo inventado por su archienemigo Lex Luthor. Bizarro es un doble del héroe, es decir, una copia. En el argumento, Bizarro roba el rayo y duplica el mundo. El mundo desdoblado no es esférico sino cúbico y lleva por nombre «Arreit»: «Tierra» a la inversa. Los superhéroes (Justice League) que componen la saga también resultan clonados y las réplicas de éstos presentan los mismos poderes pero a la inversa: Aquamán no sabe nadar y Green Arrow al lanzar sus flechas salen al revés. Se trata de una versión de antihéroes cuya naturaleza especular les hace raros y extravagantes. Al ser duplicados, copias, se insertan en el ámbito de lo infame y lo monstruoso. No son “malos” en el sentido ético sino más bien torpes y poco avezados, razón que avala el hecho de que no son los auténticos superhéroes.


Los cómics pasan a la parrilla televisiva en 1973, con el nombre de los Super Amigos, bajo la producción de Hanna-Barbera y se convierten en las caricaturas que solía ver al regresar de la primaria. Para 2019, esta saga (una variación) se convierte en una serie de televisión bajo el nombre The Boys de Eric Kripke. La trama recoge la tradición de superhéroes pero en una versión gore. A su manera, es una remasterización del panteón griego con su pléyade de “dioses-super-héroes” cuyas pasiones sobrenaturales se tornan crueles y viles, y que al llevarlas al extremo más miserable (hardcore), el guión se presta para insertarla como una crítica al sistema de relaciones sociales y políticas propias del capitalismo salvaje en tiempos neoliberales y de economía de guerra.


El desdoblamiento de la personalidad de estos personajes se conoce como «alteridad», lo cual es una especie de añadido a la identidad del sujeto. Si lo acotamos como pronombre indefinido pasa a ser la segunda persona o cosa, de ahí que el alter ego sea considerado en psicología un segundo «yo». Si nos remitimos a la etimología, el término en latín alter significa «otro», y el sufijo dad: «cualidad», por lo que la conjunción de ambos establece: «cualidad de ser otro». Ante la prevalencia del «Yo» la condición de la «alteridad» se convierte en periférica, siniestra (en el sentido más amplio del término) y negativa, a partir de que la escala de valor prioriza el original antes que a la réplica. Un paradigma que viene a instalar en su subjetivación una bipolaridad en la percepción, es decir, ante el equilibrio, ecuanimidad y civilidad que implica el «uno» hegemónico, el «dos» en su carácter secundario se le va a asociar con la pulsión, el onirismo y la imaginación. Si el «original» representa lo estable, la «alteridad» será su desborde.


Pero sigamos desarrollando la idea y atendamos sus antecedentes literarios. Citamos para ello a Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley. El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson. El Retrato de Dorian Grey (1890), de Oscar Wilde; y Orlando (1928), de Virginia Woolf. Estos títulos exponen un escenario posible donde apreciamos cómo las alteridades suceden en el extremo del sujeto, adquiriendo por ello su carácter periférico. El «ser doble» establece un movimiento especular y oblicuo que tiende hacia lo simbólico en la condición de ser otro, es decir, una proyección del «Yo». Esta «otra realidad» abre en el sujeto que la padece, otra percepción de sí y en consecuencia, otra vivencia: una prolongación de sí como epifanía y como potencia de conciencia en razón de que se divide, y en el mejor de los casos, se multiplica. Se trata de algo que sucede y nos permite rebasar nuestros límites. El «ser otro» concita historias que tienen que ver con el universo de las apetencias, de las pulsiones, de las fantasías y de lo sexual, una situación que pone en disyuntiva al humano que culturizado se ve sujeto en El malestar de la cultura.


Retomemos la idea del «Yo» y los constructos que gravitan en su entorno, para evitar divagar sólo citamos la “estabilidad” que se supone proyecta en la esfera psicosocial. El «Yo» en este caso se encuentra vinculado al ser, es decir, a lo que «es» (permanece). Si pudiéramos personificar literariamente al «Yo», lo encontraríamos en Victor Frankenstein; en el doctor Jekyll; en el exquisito Dorian; y en el joven atractivo y distinguido aristócrata Orlando. Cuando estos personajes se desbordan en la trama, apuntan, de alguna manera, al campo de las perturbaciones de la identidad desatando intrigas y poniendo en riesgo el universo a causa de la entropía que ocasionan, pues todos y cada uno de ellos abren la caja de Pandora. Al abrir el arcón de lo extraño, los desenlaces hacen emerger a la Criatura de Frankenstein: un ser compuesto de cuerpos varios. Al sr. Hyde quien es la personificación del trastorno de personalidad disociada que padece el Dr. Jekyll. La trama con Dorian Grey se desborda por las esferas propias del deseo fáustico que promete poder, belleza e inmortalidad. Finalmente, Orlando quien adelantadx a su tiempo asume los desvaríos de la identidad convertidx en todx un/a genderfluid, una personificación del Rebis alquímico (del latín res bina: materia dual o doble), el/la Andróginx donde Woolf se proyecta recorriendo los caminos hacia lo Trans.


La alteridad de los mismos cumplen una función parecida al del extra en las películas. Su habilidad radica en ser una extensión del protagonista sin ser el protagonista, es decir, su doble: lxs que asumen las escenas de riesgo. Su carácter ficcional incentiva la fantasía relacionada a lo oculto, sombrío, maligno e inestable, muchas de las veces atribuido al inconsciente. Esta asociación no es gratuita si concebimos que los textos citados son de finales del siglo XIX y principios del XX, coetáneos a las investigaciones freudianas en relación al subconsciente. Por otro lado, estas obras comparten una estructura que las convierte en fábulas poderosas donde la ambigüedad —La insoportable levedad del ser— es el dilema a resolver.


En el caso de la obra de Woolf, Orlando, es una obra que explora el género biográfico pero lo hace desde la ironía como método de experimentación disidente, es decir, contrapone los modos convencionales de la creación de este género y construye una especie de road movie literario. La elaboración de un relato biográfico requiere de un personaje cuya identidad sea estable en tanto que el género demanda veracidad en el sujeto relatado y por lo tanto, datos constatables. Sin embargo, a Woolf no le interesa el canon, sabe perfectamente que la «objetividad» hegemónica es mera subjetividad heteronormativa. Así pues, partiendo de esta premisa, Orlando es un singular relato despatriarcalizado donde la historia de un cuerpo andrógino dinamita las reglas e incorpora la subjetividad como eje de construcción literaria. Con ello, mantiene al personaje fuera no sólo del patrón retórico sino que también genera una oscilación identitaria con la que hiperboliza subjetivamente todo el relato. A la narrativa le añade lo vivido como fuente de conocimiento, posicionando la experiencia de Orlando en un multiverso creativo e imaginativo que le libera de ser para entonces suceder.


El relato de Orlando es un transito sexogenerico cuya duración se prolonga poco más de 300 años. En este caso, pensamos que el abordaje que hace Virginia Woolf del cuerpo en Orlando, es un alegato al pensamiento del filósofo Baruj Spinoza retomando su icónica frase: “Nadie, en efecto, ha determinado por ahora qué puede el cuerpo”. La escritora —imaginamos— abre una discusión fabulada sobre la identidad, la sexualidad y el género con el filósofo. La androginia del personaje enuncia que Orlando siendo hombre, no lo es del todo, y terminando su recorrido como mujer, no lo es solo, teniendo en cuenta de que en realidad se trata de una proyección transfemenina.


Al respecto, el filósofo, curador y activista queer Paul Preciado, retoma la obra de Woolf y crea un biopic fílmico al que titula: Orlando, mi biografía política (2023). En este establece una narrativa de corte epistolar con la escritora, pero con carácter polifónico ya que invita a participar a 26 personas trans y no binarias para que cuenten sus historias mediante un casting en el que, a su vez, interpretan a Orlando. Preciado asume la obra de Woolf como su propia biografía, de la que dice se le adelantó “la muy capulla”, expresión dicha con ternura y admiración, aclara. Pero no se queda en lo autorreferencial, sino al contrario, abre dicha historia y la colectiviza para poder visibilizar a lxs otrxs Orlandos que no han podido ni ser guapos, ni ricos, ni poetas y mucho menos aristócratas. En este sentido, la cinta es también un manifiesto reivindicativo en el que lxs participantes comparten sus sueños, sus recuerdos y su singular experiencia de disidencia sexual y de género, enriqueciendo el paisaje de la diversidad sexual. Orlando, mi biografía política es una postproducción de la obra de Woolf, cuya poética se convierte en un palimpsesto de identidades que fluyen entre la experimentación visual y la divergencia identitaria, creando un documento cinematográfico distinto a lo que estamos acostumbrados a ver. Un filme atípico, entrañable y de gran belleza que ahuyenta los dogmas y los prejuicios, invitándonos a sumarnos a celebrar las dignidades sexodivergentes.



 

Póster Orlando mi biografía política


 

Referencias

  • De Diego, E. [2ª Ed., corregida y ampliada]. (2018). El andrógino sexuado. Eternos ideales, nuevas estrategias de género. Antonio Machado Libros.

  • Freud, S. (2015). El malestar de la cultura. Amorrortu.

  • Kundera. (1992). La insoportable levedad del ser. RBA.

  • López Trujillo, N. (2023, 8 de julio). De la transfeminidad a la bisexualidad: todo lo que puedes aprender leyendo ‘Orlando’ de Virginia Woolf. Newtral. https://www.newtral.es/orlando-virginia-woolf-literatura/20230708/

  • Shelley, M. (2004). Frankenstein o el moderno Prometeo. Libros en red.

  • Spinoza, B. (2000). Ética demostrada según el orden geométrico. Trotta.

  • Stevenson, R. L. (2012). El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Zig-Zag.

  • Villalva Jiménez, V. H. (2009). El motivo del doble en la narrativa de Jorge Luis Borges (Tesis maestría). Universidad Autónoma Metropolitana.

  • Wilde, O. (2012). El Retrato de Dorian Grey. Planeta.

  • Woolf, V. (1978). [Trad. Jorge Luis Borges]. Orlando. Edhasa.

 

Julio Villalba

(Ciudad de México)

Estudié Danza en la Escuela Nacional de Danza Contemporánea (Instituto Nacional de Bellas Artes / INBA). Artes Visuales en la Facultad de Artes y Diseño (Universidad Nacional Autónoma de México / UNAM). Actualmente soy doctorando en Investigación y Creación en Arte en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Bilbao. Coautor del libro Yol-Izma: la danzarina de las leyendas (1997). Colaborador de las revistas: Claudia / Ángulos / Espejo Humeante Revista / Cósmica Fanzine / Pérgola de humo / Irradiación. Revista de literatura y cultura / Interlatencias Revista / Revista digital Craquelarre / Straversa / Revista Literaria Ouroboros / Revista Phantasma / Imaginarios cinematográficos / Revista Rito / El Rizo Robado / Óclesis. Víctimas del Artificio / Revista Tura.



 

Interlatencias Revista

julio 2024



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