De entre Lonas y Esqueletos
- Interlatencias
- 20 jul 2023
- 7 Min. de lectura
Galería y Ensayo Fotográfico de Edgar Daniel Montoya Gómez
Desde que tengo memoria, he sido partícipe de una actividad esencial pero a veces invisible a los ojos de la cotidianidad: el comercio informal o ambulantaje en forma de tianguis, el cuál ha sostenido a mi familia y a mí por poco más de veinte años. A través de este escrito, y del recorrido de imágenes que lo acompañan, comparto mi perspectiva y experiencia de este pequeño mundo, ubicado en la calle Paseo Tlaixco, Colonia San Isidro, Municipio de Melchor Ocampo, Estado de México, México.
De vuelta en mi niñez, recuerdo ser despertado por el sonido del metal de incontables estructuras uniéndose entre sí, por charlas a lo lejos, ricas en dobles sentidos pero carentes de alguno. Recuerdo quedar maravillado al ver a simples calles ser cubiertas por un cielo nuevo compuesto de lonas de diferentes materiales, colores y texturas, para finalmente completar este nuevo y temporal mundo con lo más importante: sus habitantes.
De repente, este lugar cobraba vida, por sus pasillos comenzaban a circular todo tipo de personas, los anaqueles, tablones y rejillas se llenaban de un mar de productos y mercancías, desde el abanico de colores radiantes y naturales que solo se pueden encontrar en un puesto de frutas y verduras, hasta los colores sintéticos y duros del plástico de diferentes utensilios y electrónicos. Ante mí se encontraba la diversidad de México, esa de la que tanto he leído, de la que tanto se ha escrito, y de la cual muchas veces nos olvidamos.
La historia comienza desde temprano. Cuando llego con mi padre, a mis ahora veinte años, alrededor de las cinco y veinte de la mañana, ya hay al menos unos diez puestos alzándose a lo largo de la calle. Ninguno tiene un horario fijo, no existen horas de entrada o de salida, y, sin embargo, todos tienen un compromiso consigo mismos y con sus familias, todos debemos llevar sustento a nuestros hogares. Hay quienes salen de sus casas desde las tres de la mañana y regresan momentos antes de la puesta de sol. Momentos antes, momentos después, realmente es difícil predecir cuándo será un buen día o cuando no, cuando te iras temprano o cuando tendrás que aferrarte a aguantar hasta vender lo mínimo para comer.
Cada uno tiene sus razones, naturalmente las necesidades económicas predominan, pero siempre hay un más allá. Muchos han heredado la profesión, algunos se han diversificado de lo que fue su mercancía principal. Otros han sido atraídos por el ambiente, o por el ritmo de vida, pero en todos existe la ideología de no detenerse, de siempre tratar de salir adelante.
La mejor prueba de ello acaba de llegar a su fin. La pandemia del COVID-19 ha dejado una huella imborrable en la historia, algo de lo que esta pequeña muestra de población no fue exenta.
A inicios del ahora lejano 2020, la incertidumbre se apoderó de los compañeros comerciantes, nadie sabía que depararía el futuro, o cómo serían las nuevas condiciones de trabajo, existía una preocupación en general por el flujo de ingresos que vendrían, pues la naturaleza de nuestro trabajo nos imposibilitaba quedarnos en casa, y para muchos esto era impensable, no había vida sin comercio, sin tianguis. El proceso fue bastante duro para todos, no solo hubo pérdidas materiales, sino que también hubo compañeros quienes partieron a causa de la enfermedad, o algunos quienes simplemente decidieron retirarse a emprender un nuevo camino con la esperanza de mejores condiciones. Algunos otros se adaptaron a las necesidades de aquel entonces. Y pese a la situación nadie flaqueo, siempre estuvo presente el ambiente tan característico y hasta estereotipado del lugar, abundante en bromas, juegos de palabras, juergas y una impresionante muestra del ingenio mexicano.
El paso del tiempo fue disolviendo el temor hacia la enfermedad, y como todos, comenzamos a aceptar la nueva normalidad, nos mantuvimos firmes ante los altos y bajos que se presentaron a lo largo de estos tres extraños años. Ahora algunos luchan por liquidar lo que les queda de lo que alguna vez fueron productos de primera necesidad como lo fueron las mascarillas y los desinfectantes, productos que en ocasiones parecen ser los únicos testigos que quedan del paso del COVID-19 por nuestras vidas.
Pese a este aparente y parcial olvido, en la consciencia de los comerciantes este hecho representa todo lo contrario. La humanidad en general recibió una lección, o más bien un recordatorio de lo frágiles que somos. Muchos de nosotros podemos hablar por un buen rato acerca de todo lo que aprendimos sobre nosotros mismos y lo que nos rodea a través de este acontecimiento, pero en el caso de esta pequeña sociedad ha sido una experiencia fascinante escuchar su sentir hacia el tema.
Estos protagonistas se expresan de una manera simple, no buscan complicar lo que quieren decir a través de un uso complejo o estrictamente correcto del lenguaje, y sin embargo la manera en la que comunican su postura es efectiva.
La mayoría expresa una enorme gratitud hacia el simple hecho de seguir vivos, sin ninguna complicación médica o alguna secuela de la enfermedad. Manifiestan su fe y esta gratitud ante su religión (mayoritariamente católica), la cual se hace presente desde algunos accesorios, hasta figuras de la Virgen María de un tamaño considerable ubicadas en distintos puntos del tianguis. Agradecen conservar una familia a la cual cuidar, procurar y sostener, y quienes son recíprocos con ellos. Atesoran los momentos cálidos y felices que tuvieron con los que perdieron, y honran su memoria con su trabajo. Y es precisamente esta filosofía la cual resulta fascinante para mí. Al hablar de trabajo muchos de nosotros automáticamente aterrizamos nuestros pensamientos en una obligación, en parte de la vida pero no como la vida en sí, sin embargo éstas personas lo ven diferente, para ellos es algo, sí, necesario para subsistir, pero también algo que constituye una parte esencial de su persona, para ellos no hay vida sin trabajo, un sentimiento de vacío o de impotencia se hace presente en sus vidas si por alguna razón se detienen.
La mayoría de los integrantes del tianguis son el sostén de sus hogares, pero en algunos casos únicamente se sostienen a sí mismos y tal vez a una persona más, y ellos personalmente expresan su poca o casi nula necesidad de seguir saliendo a vender, sin embargo, manifiestan sentir este vacío al dejar de hacerlo, declaran no tener algo más que hacer, o mejor dicho, no saber qué más hacer. Ha sido tanto el tiempo que han dedicado a esto que al dejar de hacerlo deja un hueco enorme en las personas quienes deciden retirarse. Posiblemente esto sea a raíz de los hábitos que han forjado a lo largo de tantos años, sin embargo, no dejo de lado la posibilidad de la influencia de razones más profundas, difíciles de explicar o comprender; tal vez se trate de un apego al entorno que básicamente ha encausado sus vidas, a las personas con las que han forjado un vínculo más allá de la camaradería, al ambiente y a la mezcolanza de culturas tan peculiares que emanan del lugar. Dudo encontrar una respuesta concreta a este cuestionamiento, pues cada individuo es una historia que merece ser contada por si sola, y tristemente, una de la que probablemente nunca escuche el final.
El tianguis es uno de esos lugares que nunca cierran sus puertas a nadie, en ocasiones ni siquiera la delimitación que el gobierno municipal nos ha impuesto es excusa para no ampliarse un poco más, y dejar vender a una persona que se ha acercado a los administradores de la unión de comerciantes. Por aquí han pasado muchas personas, de diferente color de piel, diferente religión, diferente género, orientación sexual, ascendencia e incluso de diferente nacionalidad. "El sol sale para todos", exclaman muchos, y lo sostienen. Nunca hemos rechazado a nadie por como luce, por cómo se viste o por cómo habla, mucho menos por cómo piensan. Sin embargo, naturalmente existen normas de convivencia acordadas entre todos, y muchas veces, son las violaciones a estas las cuales determinan quién puede conservar un lugar o no. Pues si bien, el tianguis es una ventana a un mundo maravilloso y complejo, no está exento de contener maldad, avaricia y malicia entre sus pasillos.
La infinidad de aspectos y temas que componen a este mundo da para muchos trabajos por separado. Por ahora, he recopilado fotografías que van desde el levantamiento del tianguis hasta su reposo, esperando capturar de manera general la belleza presente en este entorno, la cual pasa desapercibida para muchos, pero como todo en esta vida, basta con detenerse un momento y ponerle atención a lo que nos rodea y a sus pequeños detalles para recordar que lo bello se encuentra en todo y en todos. La decisión de realizarlo en blanco y negro fue algo complicada, si bien el tianguis es bien conocido por albergar una gama de colores basta y cautivadora ante los ojos, ha sido fundamental para mí mantener el material con cierta atemporalidad, pues al entrar a alguno de estos puntos de reunión es fácil sentir que el tiempo se detiene, o al menos que pasa de manera diferente, y a su vez, he tomado la decisión pensando en lo esencial del material, lo cual puede llegar a perderse con la distracción del ojo. Asimismo, más que un ensayo, considero a este escrito una reflexión y una abstracción sobre lo que he aprendido observando, conversando y conviviendo con algunos de los protagonistas de esta historia, y también, de mi propia experiencia viviendo en y de este lugar por tanto tiempo.
Honestamente considero mi trabajo inconcluso, no por falta de argumentos, de temas o de alguna otra cosa, sino más bien por las ganas que me inundan de continuarlo, de seguir documentando semana con semana a este lugar y a sus habitantes, de seguir aprendiendo a través de ellos, y profundamente, de seguir conectando mi realidad, la de otros y otras con la del resto del mundo.

Seres matutinos

Don Enrique y el vacío

Don Esteban y el ascenso

Miguel

Cielo Testigo

Tortas y Nostalgias

Estambres y puntos de fuga

Don José y Familia

Panorámica desde arriba

Mundillos

Jaula

Piel desnuda

Deseos Inoscentes

Luz ausente

El llamado del deber

Mano y Obra

El peso del Tiempo

Mexcladora de ideas

Nadie es especial (todos somos iguales).

Nadie es especial II

El gallo solitario

Floristas

Callejeros

Duke

Prisión de agua

Reflejos

Post trauma

Últimos Recuerdos

Madre

Transitantes

Retirada

Inversión Líquida

Humanos y Esqueletos

Manos y esqueletos

Restos exitosos

Camaradería

El vehículo

Don Enrique y su partida
Edgar Montoya
Mi nombre es Edgar Daniel Montoya Gómez. Estudié el bachillerato en el Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Azcapotzalco.. Formé parte de los talleres de Cine Ensayo, Historia del Cine y Realización Cinematográfica I y II impartidos en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM.
He participado en la realización de un puñado de cortometrajes independientes, además de participar en la grabación del documental "Ingredientes" transmitido en Mexiquense TV. Actualmente soy parte del taller de Fotoperiodismo y Fotografía Documental impartido por el Profesor Ernesto Ramirez en la escuela Pohualizcalli, Iztapalapa.
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julio 2023
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