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El infinito en un junco. La aventura por la antigüedad

  • Foto del escritor: Interlatencias
    Interlatencias
  • 16 mar 2023
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 9 mar 2024

Ensayo Interlatente por Berenice Méndez
 

El cartel decía que la presentación del libro se haría en la biblioteca, lo dejé pasar. Día a día me topaba con algún anuncio más sobre dicha presentación. La portada del libro era suave y llamativa con un título totalmente abierto a ser leído: El infinito en un junco. En Twitter, la cuenta de la editorial universitaria anunciaba la presentación y poco a poco diferentes tweets de lectores fanáticos de la autora, comenzaron a atiborrar mi pequeña sección de sugeridos. Días antes de la ceremonia que bautizaría el libro ante un auditorio nacional, chilango y, más específicamente, universitario, un aviso captó inesperadamente mi atención: ante un registro atiborrado y más personas queriendo hacer presencia, la ceremonia tendría lugar en una de las salas más grandes de la universidad. Así fue como el 30 de marzo del año pasado, alrededor de mil personas se congregaron en la presentación de un libro. Yo quería saber qué cautivó a la gente. Y lo leí.


Dividida en dos partes, la narrativa de este ensayo nos lleva a un viaje por la Antigüedad, un viaje que, si bien se jacta de ser ilustrativo y bastante enriquecedor, también es imaginativo y completamente lleno de aventuras. A pesar de ser en Egipto donde nace la idea del papiro, su uso y sus beneficios para la cultura, es en Grecia donde se dan los acontecimientos de asombro que cautivaron a los personajes antiguos. Desde reacias discusiones sobre el uso de la palabra escrita para resguardar la sabiduría de una cultura hasta las discusiones sobre el género de las personas que deberían acercarse a los pergaminos, son temas que nos acompañan en la lectura de este gran ensayo.


¿Qué lector no ha soñado con la biblioteca de Alejandría? Aquella biblioteca que nació en las ideas de un joven conquistador para reunir la colección de textos más completa del mundo. Recorrer sus pasillos llenos de textos, registros e historias sigue siendo parte de un sueño colectivo de lectores. Pues bien, esta biblioteca es la excusa que mueve a la escritora, Irene Vallejo, a sumergirnos en un mar de acontecimientos en torno a un elemento: el libro. Acompañando a Alejandro Magno por su aventura de conquista, aprendemos que también en la antigüedad se contaba ya con ídolos y fanáticos, siendo el joven Alejandro un fan queriendo imitar la valentía de Aquiles en sus proezas conquistadoras.


Los libros nos recuerdan la humanidad de las personas del pasado y el conocer las formas de su resguardo puede ayudarnos incluso a conocer los principales problemas que les aquejaban; ya sean climas extremos con demasiado calor o humedad; constantes guerras y ataques que ponían en riesgo lo ya escrito en pergaminos por tacharse de infame o sacrílego; nuevos regímenes que prohibían la lectura de ciertos escritos, quemándolos o, incluso, desterrando al escritor como castigo a su producción. La basta información sobre las culturas antiguas que obtenemos de museos, libros de texto, documentales y programas, suelen transferirnos la idea de una antigüedad en constantes guerras y discordia entre los pueblos. Al leer a Heródoto, comprendemos que lo que ya conocíamos sobre el mundo antiguo, si bien no se encuentra muy alejado de lo que dicen los documentales y programas a grandes rasgos, también es en cierto punto algo equivocado. Partiendo de esta premisa es como conocemos los viajes que realizó y plasmó en sus libros de Historia, el joven Heródoto, buscando siempre una mirada ajena, dejándonos conocer que ya en la antigüedad se pensaba en la otredad y en otras formas de ver a los demás. No quiero profundizar en más ejemplos para conceder al lector una lectura libre de spoilers.


Ir a una librería, biblioteca o librero que se tenga en casa para tomar un libro, abrirlo y leerlo individualmente es la cosa más normal que podemos ver en el ámbito literario, por algo en las bibliotecas se pide silencio para que cada uno se concentre mejor en su lectura. Pero ¿cómo imaginar un mundo donde la lectura conjunta era lo más normal? Actividad similar a lo que efectúan los cuentacuentos en actividades especiales que bibliotecas y escuelas realizan para los niños y las niñas. Pero la cosa se pone mejor aún. Imaginar un mundo donde no hay libros y las historias se transmiten a partir de lo que una persona memoriza, nos lleva a muchos siglos atrás en la historia de la humanidad. Por algo se debía comenzar. El uso de la oralidad y su paso a la palabra escrita son los temas más interesantes que desarrolló este libro. La idea de que en algún momento a alguien se le ocurrió comenzar a plasmar en un material disponible una historia, —ya sea en cuero, piedra, barro, papiro—, porque haya gustado de ella o significaba algo importante, es lo más revolucionario que le pudo haber sucedido a la humanidad. Se trataba de plasmar no solo historias, sino, ideas o datos, como explica Irene Vallejo que se hizo; los escritos más antiguos encontrados son cuentas, que dejaron no solo evidencia de la vida de esas personas, sino, un registro de su actividad.


El recorrido por las revoluciones silenciosas que generaron los libros deja el constante pensamiento (y cuestionamiento) de cómo se hacían las cosas antes. ¿Cómo se organizaban los bibliotecarios antes del orden alfabético? ¿Cómo se pasaban las páginas inexistentes de los pergaminos? ¿Existían los préstamos bibliotecarios? Cuestionamientos que se resuelven conforme se avanza en el libro, disfrutando a la vez de nuestro papel de espectadores por la historia. Claro que en la actualidad nos es imposible pensar en diferentes debates que se realizaron en torno a la palabra escrita, como la ardua pelea y las maldiciones que surgieron entre las personas que apoyaban la escritura y la distribución de pergaminos, de los que consideraban del todo antinatura este tipo de actividades. Sin embargo, creo que todos concordaremos en lo que Irene Vallejo expresa, el libro es el artefacto revolucionario más perfecto y casi podría decir que es del que menos podríamos desprendernos, pues las grandes ideas que han servido a la evolución del conocimiento se han plasmado en los libros.



Desde que yo era pequeña e influida por lo que las personas decían, comencé a temer la lectura de los libros llamados, “clásicos”. Me intimidaban porque todos actuaban como si ese nombre, “clásicos”, les diera un poder sobre el conocimiento, siendo muchos de ellos presentados ante todos como libracos gordos y viejos, difíciles de leer, y el lector que se jactase de leerlos pudiera alardear de lo mismo como si hubiera descubierto la piedra filosofal. Durante mis lecturas tanto personales como académicas, temblaba al ver un “clásico” en mis manos, sin darme cuenta de que ya conocía la historia de muchos de ellos. Como menciona Irene Vallejo, los clásicos son historias que muchos ya conocemos. Retomando a autores como Ítalo Calvino, la escritora nos llena de explicaciones (no por eso aburridas) de lo que es un clásico, siendo éste una historia que a pesar de los años, nos sigue hablando como si fuera lo más reciente, por eso nos emocionan tanto. Son historias que aún sentimos nuestras a pesar de los años, los paisajes y los horizontes. Siguen ahí y se han replicado en diferentes materiales, ya no solo el papel, sino que podemos verlos en las pantallas, las pinturas, entre otras plataformas.


Personalmente, la carrera universitaria me empujó a la lectura de los clásicos de manera en que ya no pudiera temerles, o al menos no a todos, sin embargo, la lectura de este ensayo me ha motivado a leerlos y releerlos por mi propia mano buscando una nueva historia o un nuevo significado. Los clásicos son aquellos libros y textos, —que no son lo mismo, pero son igual—,que han sobrevivido a través de los años no solo por su relevancia, sino, por el corazón de todos aquellos lectores que han decidido resguardarlos a través del tiempo y las dificultades, a través de carretas y tanques de guerra. Si algo deben los clásicos a los lectores es su supervivencia y continua salvación y reproducción.


Hablar de lectores, es hablar de aquellas personas que han soñado al leer un libro, sin importar la magnitud del libro escogido. Lectores que, como dice la autora, sienten que el contenido de un libro fue hecho para ellos. Durante la lectura de El infinito en un junco, no solo encontramos historias de libros, sino, de lectores que han cuidado, amado e incluso dado la vida por ellos. Pasamos desde historias de lectores que se comunican por carta, para hablar de libros de un continente a otro en medio de una guerra; hasta pueblos enteros que se dedican a guardarlos en medio del caos para que éstos no sean destruidos en las llamas de regímenes prohibitivos que detestan ideas contrarias a las suyas; incluso, pueblos capaces de aprender partes de libros para posteriormente reescribirlos. El amor que se le tiene a las historias se muestra infinito. Aquí también encaja la historia de algunos clásicos que tuvieron que luchar contra la adversidad para sobrevivir gracias a lectores aguerridos y reacios a dejar ir las letras.


Finalmente (y no menos importante), Irene Vallejo rescata y pone sobre la mesa la discusión de las mujeres y el conocimiento para ayudarnos a quitar la venda de nuestros ojos sobre las mujeres y la Antigüedad. La historia de las mujeres y el conocimiento se ha desarrollado como dos líneas históricas que parecen no coincidir, sin embargo, siempre hay puntos de quiebre donde las líneas se unen. Conocer los nombres de más escritoras y poetas de la antigüedad que fueron calladas nos deja dar un respiro. Gracias a la pluma de Irene, es que conocemos que el primer poeta del mundo fue una mujer desafiando los preceptos. De la Antigua Grecia y Roma se rescatan más nombres, sin embargo, sus obras sobrevivientes son precarias en comparación las de sus contemporáneos. El argumento en la actividad filológica de Irene Vallejo, combinada con su pasión por los libros, nos da como conclusión la idea de un mundo antiguo más diverso, diferente, e incluso más interesante de como lo pensamos.


 

Interlatencias Revista

marzo 2023


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