El viaje del cine mexicano: de Francia a México; de lo silente a lo sonoro
- Interlatencias
- 29 ago 2021
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Por: Abraham Arellano

1895. Un par de hermanos en Francia, de apellido Lumière, hacen la primera proyección pública de un nuevo invento, uno que cambiará el mundo sin que ellos lo esperen: el cinematógrafo.
Ahora: 1896. Estos galos envían diferentes comitivas alrededor del mundo para documentar los hechos del globo y su gente. Entre tantos cinematógrafos, uno es enviado a México acompañado de Gabriel Veyre y Ferdinand von Bernard. El 6 de agosto el aparato llega a tierras mexicanas y es el presidente Porfirio Díaz el primer paisano en ver las maravillas que efectuaba dicha máquina bajo los techos del Castillo de Chapultepec. Solo unos cuantos días después, el 14 de agosto, se hace la primera exhibición pública. El lugar: la droguería marcada con el número 9 de la calle de Plateros, en el centro Histórico; hoy en día, la famosísima avenida Madero.
Las primeras “vistas” que se proyectaron no duraban más de dos minutos y, como es de suponerse, eran mudas. Es así como nació el cine: un poder visual sin sonido, aún muy alejado de lo que en un futuro sería su evolución sonora.
La primera película que grabaron los emisarios franceses en suelo nacional fue “El presidente de la república paseando a caballo en el bosque de Chapultepec”, aunque junto a este filme se encuentra “Un duelo a pistola en el bosque de Chapultepec”. Al irse del país, Veyre y von Bernard pusieron a la venta unos cuantos cinematógrafos y uno de ellos terminó en las manos de Salvador Toscano, personaje que por muchos es considerado el primer cineasta de nacionalidad mexicana. No tardó en llegar el momento en que la gente comenzó a cansarse de las viejas “vistas” que trajeron los franceses. En busca de algo nuevo para el público, el señor Toscano comenzó su carrera cinematográfica en el año 1899.

La producción del cine nacional tiene sus raíces en el documental, ya que lo único que se filmaba en aquellos años eran pequeños fragmentos de la vida diaria. En ese entonces todavía no se pensaba en el cine como un medio narrativo. Faltarían un par de años para que los primeros cineastas comenzaran a coquetear con esta idea. Mientras tanto, Toscano y los demás privilegiados que habían conseguido tener un cinematógrafo a su servicio comenzaron a filmar nuevas “vistas” para saciar el ocio mexicano de las clases bajas, ya que las altas esferas habían relegado al cinematógrafo a un entretenimiento pueril que terminó llenando las carpas circenses a lo largo y ancho del territorio nacional.
Llegó la década de 1910 y con ello el cambio. Las breves “vistas” de cotidianidad y paisajes seguían siendo lo más hecho y visto por los mexicanos, a la par de que la revolución nutría más y más su producción; sin embargo, en el país vecino se comenzaba a orquestar un gigante que cambiaría el mundo del cine para siempre: Hollywood. Y en esta cuna de oportunidades se encontraba el progreso, el cual terminó de moldear al cine tal y como lo conocemos hoy en día: la imagen sincronizada con el sonido.

Antes de 1927, el cine era proyectado de manera silente o acompañado de orquesta en vivo, pero fue con la llegada de The Jazz Singer (1927), que esto cambió. Ésta fue la primera película que logró sincronizar imagen y sonido, cosa que maravilló a propios y a extraños. Sin saberlo esto traería bonanza para nuestra producción.
Inmiscuidos en este auge de cambio se encontraban unos mexicanos que habían emigrado a Estados Unidos a muy corta edad. Los hermanos, de nombre Joselito y Roberto Rodriguez, aprendieron todo lo que pudieron de los sistemas sonoros y regresaron a su tierra natal junto con su pequeño hermano de nombre Ismael, para traer estos conocimientos a suelo azteca. Pocos adivinarían que tiempo después ese pequeño niño se convertiría en uno de los cineastas más grandes e influyentes que nuestro país ha dado.
1931 fue el año marcado para que los Rodriguez trabajaran en el primer sistema sonoro en nuestro país. Ese mismo año se estrenaría la que es considerada la primera cinta mexicana en lograr con éxito sincronizar imagen y sonido en simultáneo: Santa (1931) de Antonio Moreno. Este filme marcaría un antes y un después para la producción nacional: se comenzaría a dejar atrás el pasado documentalista de los pioneros para dar paso a las odas revolucionarias que, por más que se trataran de ficción, no se podrían alejar de estar basadas en sucesos que repercutieron en la historia de México. Ejemplos hay, tales como El Automóvil Gris de Enrique Rosas o la Trilogía de la revolución de Fernando de Fuentes, que se ven fuertemente influenciadas por hechos sucedidos en esos años.

Al ser la revolución el primer conflicto bélico filmado, la popularidad del cine mexicano crecería por esta intriga mundial de ver el poder del cinematógrafo registrar el poder de destrucción humana. “Santa” solo sería el comienzo de una prolífica época para nuestro cine, el cual vería su auge con la bien conocida época dorada del cine mexicano, en donde encontraremos a figuras como Gabriel Figueroa, Emilio “el indio” Fernández, Luis Buñuel y el pequeño Ismael Rodriguez, entre otros tantos estandartes.
El cine mexicano ha tenido que pasar por varias peripecias, viajes, transformaciones, caídas y subidas, para ser lo que es hoy. Nuestro cine sigue construyéndose película a película, y recaerá en las próximas generaciones de cineastas seguir enriqueciendo la producción nacional y labrando el camino hacia el futuro incierto.
Interlatencias Revista
agosto 2021
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