Farenheit 451
- Interlatencias
- 13 ago 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 13 ene 2021
Por: Anaidd Villemiére
agosto 2020.

Siendo la cinta más comercial de su director con una crítica dividida al momento de su estreno, Fahrenheit 451 es una de las películas más conocidas del afamado cineasta francés de la nouvelle vague, François Truffaut, también director de “Los 400 golpes” o “La noche americana”. El largometraje basado en el popular libro de Ray Bradbury que vería la luz en 1953, apogeo del macartismo al que alude la obra, nos habla de la búsqueda de la libertad ideológica en un paradigma distópico lleno de represión y asedio. El filme fue un reto para el realizador parisino al tratarse de una adaptación de un libro muy conocido en ese momento, como lo es ahora en nuestros tiempos, además de ser su primera inmersión a una película en un idioma diferente a su natal francés, más las contrariedades que se pueden presentar al trabajar con otras personas, en este caso el ego del protagonista, y las demarcaciones de la época y el presupuesto. Quizás justamente por esto último, no sea la típica película de ciencia ficción que se nos viene a la mente cuando pensamos en el género.
“Fahrenheit 451: es la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde”
-Guy Montag.

La cinta nos cuenta la historia de una sociedad futurista en la que un bombero, Guy Montag (Oskar Werner) es enfrentado a un mundo distópico y en el deber de su profesión incendia libros, pues estos están prohibidos en una sociedad disciplinada por el gobierno totalitario que dicta los lineamientos morales y señala las cosas que a su parecer están mal, sumergiendo a las personas en la ignorancia e imponiendo el seguimiento de absurdos ideales que consideran reales pues es lo único que conocen, siendo ello la verdad dentro de las limitaciones de su existencia. Bajo ese yugo se encontraba Guy Montag sirviendo a una labor con orgullo, enalteciéndose de ella y de la censura que ésta traía en aras de hacer lo correcto, velando los ideales que han sido forjados a lo largo de una vida de represión “amigable”, pues los libros vuelven antisociales a la gente, generan emociones tristes y los hacen infelices. Un día conoce a su vecina, Clarisse, (Julie Christie) una maestra que vive bajo otros términos: se atreve a leer y por medio de su plática inserta la semilla de la duda en Montag con la pregunta: “¿Nunca lee los libros que quema?”.

Con la duda plantada en su interior, el eterno y empedernido seguidor de reglas comienza a plantearse la veracidad de su naturaleza, lo que genera un amplio quiebre en su psique que hasta entonces era tan leal que si el gobierno prohibiera aquello que le generaba placer (como su pasatiempo de cortar hierba) lo dejaría sin ninguna clase de miramiento, todo con tal de no faltar a la ética dictada, sin importar que ello conllevase a la remoción de la individualidad mediante la erradicación de los gustos y pasiones de una vida. Es así como nuestro protagonista entra en conflicto con su realidad, llegando un punto disruptivo con las cosas que creía que estaban bien, cuestionando los principios ideológicos, atreviéndose a lo prohibido, abandonando la rutina y la monotonía del matrimonio que vivía. Desinteresándose por los medios visuales a los que su esposa y las demás personas están entregadas, Montag decide adentrarse al libre pensamiento, al criterio propio del que siempre estuvo alejado. Por ejemplo, al ver a una señora morir defendiendo sus libros, como ideales en resistencia, lo que lleva a Montag a rebelarse oponiéndose al sistema del que había sido un fiel servidor, siendo perseguido y dejando atrás todo atisbo de su vida pasada.
Podemos vincular el largometraje con los tiempos actuales, vivimos un momento en que los medios visuales dominan y los libros han pasado un poco a segundo término sin necesidad de ser quemados, siendo una película con un tema muy vigente. En palabras del personaje Clarisse: “No podemos dejar que los libros mueran, ellos contienen el conocimiento de los saberes humanos”. Una experiencia fílmica que no deja indiferente a nadie. Es una película en la que Truffaut plasma su amor por los libros y el que quizás fue el rodaje más tortuoso de su carrera, pero con el ímpetu por dar a conocer esta historia que tocó algo en él, como lo hace con los personajes de las amigas de la esposa de Montag, que al recitar poesía una de ellas es visiblemente afectada y conmovida surgiendo en ella emociones que no entiende o se ha negado a sentir. Tal vez si nos permitiéramos reconocer las sensibilidades propias de la condición humana seríamos más libres, como lo hacen los hombres-libro, un grupo de subversivos con la firme convicción y amor por lo que hacen.

Vale la pena echar un vistazo a la adaptación de Truffaut, quien sin un exorbitante presupuesto realizó un filme de ciencia ficción; disfrutar de la música de Bernard Herrmann y la fotografía de Nicolas Roeg que dan armonía al filme, además de unos hermosos decorados minimalistas donde se resaltan los colores rojos y muchísimas referencias literarias que incluyen nombres tales como: Dickens, Proust, Nabokov, Flaubert, Twain, Orwell, Balzac, Dostoyevsky, Mattingly, Cervantes y Turgénev, entre muchos otros más.

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