La libertad y el ser humano
- Interlatencias
- 9 ago 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 13 ene 2021
Por: David Pichardo
agosto 2020
On pourrait presque dire que
l’eau est folle, à cause de cet
hystérique besoin de n’obéir qu’à
sa pesanteur, qui la possède
comme une idée fixe
- De l’eau, Francis Ponge
La vida de Adèle es un filme del año 2013 dirigido por Abdellatif Kechiche que expresa la complejidad del ser humano a través de imágenes conmovedoras y mensajes profundos. La película aborda la vida de Adèle (Adèle Exarchopoulos), una chica en su etapa de adolescencia que se descubre a sí misma poco a poco construyendo su identidad. Relatando la vida de una estudiante de literatura esta obra cinematográfica conversa con otras disciplinas artísticas como la pintura y la literatura, haciendo referencia a obras que dotan al largometraje de una intertextualidad rica en dilemas filosóficos y sociales, entre ellos la feminidad tratada en La vida de Mariana o la tragedia de Antígona.
Adèle se adentra en el mundo de la sexualidad, y al explorar esta parte fundamental del ser humano se percata de que sus gustos no son lo que la sociedad heteronormada dicta, es decir, descubre que es homosexual, suceso que le traerá serios problemas ya que presenciamos una clara repulsión por parte de sus amigas cuando se enteran de su lesbianismo. Sus compañeros la hacen sentir culpable y ella se siente frustrada por no sentir atracción hacia los hombres, y es aquí donde comienza el dilema de su identidad. A pesar de haber logrado grandes avances en el reconocimiento del sector de la población LGBTQ+ es evidente que la homofobia de la sociedad moderna no ha desaparecido, y aunado al reflejo de esta problemática la narración de este filme compara la vida de Adèle con Antígona, personaje de una de las tragedias de Sófocles que muere por el peso de unas circunstancias que la superan:
“Así observamos lo que caracteriza a la tragedia, se trata de lo ineluctable, de aquello de lo que no podemos escapar sin importar lo que hagamos, eso aborda la eternidad del ser, lo atemporal, concierne la función y la esencia misma del ser humano” ...
Menciona una de sus profesoras. Así se siente ella pues su orientación sexual representa una anomalía en una sociedad que la juzga y la desvaloriza, y que asimismo se traduce en una tragedia para Adèle porque su sexualidad le es intrínseca y no puede escapar de ella.

Es Emma quien le habla sobre El existencialismo es un humanismo de Jean-Paul Sartre. Este texto es en realidad una transcripción de una conferencia en la cual el filósofo francés sostiene que la existencia precede a la esencia, esto es, contrario a lo que afirma el catolicismo, que no existe ningún ser superior que tenga un plan para la humanidad y que los seres humanos existimos en este mundo sin un fin definido. Sartre pone énfasis entonces en tres características principales del existencialismo. En primer lugar es una filosofía de la angustia, porque el hombre debe definirse a sí mismo, y al crear sus propios valores universales sabe que al mismo tiempo está deseando que esos valores sean los de todos los demás; en este sentido, el existencialismo es una filosofía comprometida con el Otro, y lo ejemplifica con la llamada angustia de Abraham: un ángel ordena a Abraham que mate a su hijo, sin embargo, el dilema se encuentra en que antes de seguir estas órdenes él debe saber que sin importar lo que haga será responsable de su decisión. Al hacer a un lado los dogmas religiosos Abraham sabe que antes que la influencia de otros primero están las decisiones y las acciones de él, por eso debe sentir la angustia del peso de sus decisiones pues tiene que juzgar por él mismo si esa acción -el asesinato de su hijo- es mala o buena para él. Así es como el existencialista está angustiado al cargar el peso de la elección de las mejores acciones para el otro.

Aunado a esta angustia el ser humano también se siente descuidado o abandonado por Dios, pues al afirmar la inexistencia de éste destruye instantáneamente cualquier paradigma de lo que es bueno o malo, incrementando aún más el miedo que conlleva la posibilidad de elegir mal sus acciones, ya que al haber erradicado lo que dictaba su vida -los mandamientos, por ejemplo-, el único juez que le queda son los demás individuos. Por esta razón Sartre piensa que el ser humano está condenado a la libertad, condenado por no haberse creado a sí mismo, y libre porque una vez dejado a su suerte en este mundo se vuelve absolutamente responsable de sus acciones.
Adèle aprende esto por parte de Emma, y logra sentirse liberada de la sensación de malestar que el juicio de los demás le provocaba, porque al afirmarse homosexual -o bisexual- acepta que cada ser humano debe tener una sexualidad libre y sin obstáculos, y puede convencerse entonces de que su sexualidad es indispensable y natural para ella, así como para todos los demás, liberándose de ese malestar reconociendo que tener una orientación sexual distinta a otros no es malo. Se acepta a sí misma tal como es, sin el peso de lo que otros juzgan desviado o incorrecto.

La última máxima de la filosofía de Sartre es que la realidad existe únicamente donde hay acción, pues no hay otra manera de conocer nuestros valores e ideologías que poniéndolas en práctica para con los otros. El ser humano sólo existe en la medida en la que se realiza a sí mismo, es decir, que el individuo no es otra cosa que el conjunto de sus actos. De manera que Adèle se siente cómoda en esta nueva percepción del mundo en el que Emma la acompaña, y piensa que ha logrado al fin su felicidad plena.
La inmadurez de Adèle, no obstante, se observa en el momento en el que Emma le pregunta cuáles son sus materias favoritas, a lo que ella responde:
“Depende del profesor, si el profesor me inspira todo me gusta.”
En la juventud todos nos inclinamos a la admiración, y aunque no tengamos totalmente definido lo que nos gusta nos sentimos atraídos por la pasión que los adultos impregnan en lo que hacen porque, ¿quién no ha pensado en ser biólogo por la simple razón de amar la manera en la que su profesor da la clase de biología? Es por eso que Adèle afianza su enamoramiento en Emma, pues la personalidad de Emma está mucho mejor construida que la de Adéle teniendo bien definida su postura de orientación sexual y sus ideologías políticas. Motivo por el cual van a marchas para exigir sus derechos, es decir, manifiestan sus ideales a través de la acción.

Una vez que Adèle se acepta a sí misma en tanto individuo actante y sensible el largometraje muestra las implicaciones de esto: Adèle es una persona amorosa, no obstante, la progresiva ausencia de Emma en su vida la inunda de un sentimiento de soledad, y aquí es donde en ese estado de completa libertad Adèle opta por el camino de la infidelidad. Toda decisión que tomemos tiene sus causas, pero también sus efectos sobre los demás. Al decidir llenar ese vacío al mismo tiempo deja de lado su amor por Emma, intentando justificarse con una tentativa egoísta por obtener su felicidad. Sin embargo, parece que Adèle nunca supo qué le hacía feliz realmente. Emma se sentía plena con sus creaciones artísticas, y a pesar de que Adèle había cumplido con su meta de ser profesora de jardín de niños, su plenitud estaba en la escritura y la literatura, no en la enseñanza como tal. Pero el amor ciego que sentía por Emma le hizo creer que ella era el motivo de su felicidad, razón por la cual Adèle opta por permanecer a su lado incondicionalmente sin poder sentir la verdadera plenitud.
Mas no podemos dejar nuestra felicidad en otras personas. Enamorarse significa compartir nuestro ser con ese alguien especial y no depender emocionalmente de él; el amor no se trata de creernos incompletos y poner esa otra parte faltante de nosotros en el cariño de alguien más. Primero debemos conseguir nuestra plenitud para encontrar la felicidad en la convivencia saludable con nuestra pareja. De manera que la dependencia a Emma se vuelve una maldición para Adele, lo que la lleva a tomar una decisión equívoca basada en la mentira, y al mentirle a otros Adèle se miente a sí misma.

Así observamos cómo este filme aborda la temática de la libertad que se encuentra en cada uno de nosotros. Somos seres humanos, y sin importar las situaciones en las que nos encontremos no debemos olvidar que somos completamente responsables de nuestras acciones. Hay que pensar a Adèle al final del largometraje consciente de las consecuencias de sus acciones, habiendo aprendido que en ella habita la capacidad irrevocable de la libertad, y que asimismo la acompaña el enorme peso de la responsabilidad de sus actos. Debemos apreciar al personaje de Adèle caminando por la acera en la escena final como un individuo que está construyéndose a sí mismo, pues el ser humano es un ente que nunca deja de construirse por su capacidad infinita de aprendizaje.
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