Little Joe de Jessica Hausner
- Interlatencias
- 29 ago 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 30 ago 2021
Por: Alonso Quijano
El miedo que acarrean las consecuencias de alterar nuestro entorno, mediante recursos científicos, y por ende nuestra realidad, ha sido retratado desde muy temprano en la historia del cine; aspecto que vio su albor en la literatura, con la obra más célebre de Mary Wollstonecraft Shelley. Miedo tangente a nuestra realidad; miedo a lo experimental que resulta el progreso de nuestra sociedad, miedo a la aceleración de partículas para abrir o descubrir nuevas dimensiones; miedo a la replicación artificial de la especie. Miedo engendrado en nuestra psique gracias a ese cine de ciencia ficción que nos hace explorar las implicaciones que tendría el traer de vuelta a especies antes extintas, o tal vez insertar complejos procesos cognitivos en seres u objetos artificiales, ambos casos realizados para nuestro simple divertimento.
Una de las funciones del cine es reflejar, cual espejo, todas y cada una de nuestras facetas como civilización, ahora más que nunca global; y sin duda en este aún infante siglo XXI se sigue debatiendo sobre cuán ética y viable sería la clonación humana, o qué conlleva el hecho de que dotemos de inteligencia a nuestros dispositivos, o inclusive les demos rasgos antropomorfos. La ciencia ficción de entre la mayoría de los géneros cinematográficos es la ventana precisa para ver qué pasaría si realizásemos tal o cual acción… si desmenuzáramos el tejido de las moléculas que todo lo componen, si fecundáramos organismos en pos de la ingeniería genética, y con todo ello desvirtuáramos el cauce de la naturaleza; están ahí esos multiversos que tanto añoramos, son esas las películas que nos hacen tener pesadillas y soñar a la vez desde la aparente comodidad que representa la sala de cine o el sofá de nuestro hogar.
Little Joe es el séptimo largometraje de la directora austriaca Jessica Hausner, frecuente exponente en la categoría Un Certain Regard del festival Cannes. El filme estrenado en 2019, pero traido a las salas mexicanas este 2021, cuenta la historia de una genetista botánica (Emily Beecham) quien elabora una planta, de forma poco ortodoxa, saltándose los protocolos establecidos para controlar la experimentación. La planta nombrada Little Joe, en homenaje a su propio hijo, tiene como objetivo generar un vínculo entre propietario y planta, casi como el existente entre madre e hijo. El trabajo de Alice Woodard, la protagonista, consiste en hacer que la planta libere oxitocinas que provoquen, de forma artificial, la felicidad de sus dueños, mediante estimulación sonora, hablarle a la planta, de ahí lo del vínculo. Todo ello mientras Alice experimenta en carne propia las vicisitudes de la crianza en soledad, quien de un modo perverso no sabe por cuál de sus creaciones decantarse, equiparando el valor del producto de sus entrañas con el realizado por su conocimiento e inteligencia. El punto de inflexión en la trama aparece cuando los prototipos de plantas, listas para llegar al mercado, muestran como respuesta a su imposibilidad reproductiva, generada deliberadamente por la cultivadora, una habilidad para manipular a conveniencia a los humanos que entraron en contacto con las esporas liberadas por su flor, en favor de una preservación asistida; lo cual lleva a aquellos que han sido infectados con el patógeno a buscar protegerlas a toda costa, con el mismo fervor de una madre que cuida a su cría ante cualquier amenaza latente.
El guión se encuentra lejos de ser original, no es ese el verdadero baluarte de la cinta. Su virtud reside en el dinamismo que la realizadora alcanza con su cámara. Hausner no recurre al travelling. Sus imágenes rozan lo estático, usando en su mayoría movimientos panorámicos e incesantes zooms. Hay una toma usada más de una vez a modo de leitmotiv, en ese cuadro vemos un plano medio lateral de los personajes, en él, ambos se encuentran en los extremos opuestos, diferentes sujetos en distintas ocasiones, en el mismo plano el zoom va en dirección al centro de la imagen, allí éste excede su acercamiento habitual, hasta el punto de dejar fuera del foco a sus objetivos primordiales, en ocasiones la estilización se le desborda a la realizadora austriaca; aunque no podría asociar este aspecto para nada con algo negativo. Pienso en esa magistral secuencia de arranque, con plano picado, enfocando las plantas y sus aparentes retoños, en un movimiento de cámara panorámica, elíptica, ambulatoria en su sempiterno girar.
Sin duda alguna Hausner tiene una mirada particular, única, poética en toda medida. Otro aspecto que vuelve inquietante a la cinta es su uso de la música. La directora recurre a música tradicional japonesa en los puntos de mayor tensión, esa donde escuchamos un shishi-odoshi llenarse de agua para luego vaciarse y volverse a llenar, recurrente en la filmografía de Kurosawa, música que en su sentido habitual busca evocar una sensación tranquilizadora, de paz, pero en Little Joe crea un oxímoron estético al ser un contrapunto de la verdadera emoción que deberíamos sentir. Sus colores también son tan evocadores, el intenso rojo de la llamativa planta, los purpuras neones que respaldan el sinestro actuar de la planta en su diabólico pulular, lo blanco de unas instalaciones que buscan representar la idea de una falsa calma o seguridad; aspecto que tal vez se pueda vincular a la ciencia, y los riesgos, en ocasiones crueles, nefandos e inhumanos, que ésta conlleva para su constante evolución.
Tal vez Little Joe no logre complacer al consumidor de cine habitual, pero para quienes se decantan por propuestas de cine de género, tal vez encuentren en ella un gran aporte para el cine que se enfoca en la experimentación científica y sus repercusiones reales. Hay muchos referentes en ella, desde los antes insinuados, hasta quizá seguramente Invasion of the Body Snatchers y sus múltiples reelaboraciones. Ojalá le puedan brindar la oportunidad a propuestas diferentes a las habituales, como ésta, ahora que está en carteleras nacionales, y que con mucha fortuna llegan hasta aquí, para entrar en una difícil contienda con las secuelas que agobian al cine emergente. Cine que, como la planta Little Joe, manipula y conserva a sus espectadores quienes las defenderán a capa y espada, en favor de su preservación.
P.D. No huelan de ese cine.
agosto 2021
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