The Lobster: la metáfora perversa
- Interlatencias
- 16 mar 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 mar 2021
Por: Susana Pedroza
marzo 2021

Es en el diálogo platónico El Banquete cuando se plantea por primera vez el mito sobre “la media naranja”. Presentado por Aristófanes, éste cuenta que los seres humanos existieron por primera vez compuestos con el doble por cada una de sus extremidades y órganos del cuerpo, es decir, contaban con cuatro manos, cuatro pies, dos narices, cuatro ojos. Asimismo, correspondían a sus órganos sexuales como hermafroditas. No obstante, derivado de un castigo divino, los humanos fueron partidos en dos, siendo así condenados a buscar eternamente su otra mitad para completarse de la manera en la que existían anteriormente.
Estrenado en 2015, The Lobster, filme de Yorgos Lanthimos, radica su trama sobre una situación similar y burlesca a lo que Aristófanes discutió en el antiguo diálogo griego: la necesidad forzada de encontrar un compañero de vida. The Lobster cuenta un fragmento en la vida de David (Collin Farrell), quien, tras la muerte de su esposa, se recluye en un hotel cuya intención principal es incentivar a sus huéspedes a encontrar una nueva pareja por medio de coincidencias. De esta forma, nuestro protagonista experimentará —de nuevo— el nerviosismo de encontrarse unido de lazo amoroso por obligación en un mundo donde la principal regla es evitar encontrarse solo.

En primera instancia, la cinta brilla sobre la universalidad en la que puede ser entendida su historia, la llegada a un hotel cuyo nombre y ubicación desconocemos, seguidas posteriormente de bosques y ciudades que sospechosamente pueden asimilarse a cualquier otra con diferentes características. El hotel entonces no es más que un espacio correccional, representando de manera implícita una crítica a la concepción de pareja que se ha diversificado y sucedido en la sociedad como parte de principios morales para sus individuos. Logrando una metáfora demostrada sobre el desarrollo de la sexualidad y la represión al onanismo.
Todos los hospedantes deben escoger a un animal o tótem a su llegada al hotel, nuestro protagonista escoge una langosta como el suyo por tres insólitas razones; viven más de cien años, siempre están en pareja y habitan en la imensidad del mar. En resumen, un grito al amor eterno y libre. La contrariedad a lo que se impuso anteriormente o de igual modo, una presuntuosa sugerencia al abandono del raciocinio humano anhelando ser un animal. Buscando liberarse del pánico demostrado y generalizado por la soledad o la muerte, desolando a los humanos de esta tragedia moderna a vivir atados por conveniencia o solos por desavenencia.

Recorriendo los pasillos del hotel, The Lobster cuenta con obras de compositores e intérpretes modernos, tales como Josef Strauss o el Cuarteto de Borodin, quienes acompañan y musicalizan el paseo de David hasta la catarsis de un punto sin retorno. El sonido en el filme resulta la pieza clave de la obra, denotando el desarrollo de su historia. La psicología de los personajes refuerza la frase "El ser humano es el animal más interesante que existe" que mentó Nietzsche en su obra Genealogía de la Moral, de forma que su constitución y creencias radican en sus costumbres, analizando el desarrollo de las civilizaciones y su pensamiento.
The Lobster funge entonces como un filme de protesta, que revela el choque entre los principios morales universales de las sociedades, los intereses de los individuos que las componen, y la sátira que reflejan al envolver las problemáticas de encajar en éstas —específicamente en la semántica del amor. Esta metáfora cinematográfica encarna la lógica perversa a la que se encuentran sometidas las relaciones humanas.
Interlatencias Revista
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